Divagaba por aquel lugar vacío, y lleno de escombros, cuando me encontré cabalgando a la tristeza arroyando mi camino de delicada meta.
Me considero no muy grande, un tanto pequeña, pero no invisible, para que ésta no fuese capaz de esquivarme, evitando el miedo que transcurría mientras caía sosegadamente, de manera inesperada.
Fui sacudida por la desgracia y el dolor, mientras el miedo me abarrotaba mis ganas de terminar muriendo, ahogada en un océano, y no en un río, del que destacaban las sonrisas, de una pequeña, muy grande…
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La próxima vez que te encuentres a la tristeza cabalgando interponiéndose en tu camino, coge aire y lánzale una llamarada de esperanza, que arda su envoltura de pesimismo y se queden los rescoldos de la tristeza y deje paso a una gran llanura de optimismo y felicidad. Si no son capaces de verte, grita con alegría, y acaba con todas sus fuerzas, porque un poco de esperanza y alegría, son capaces de allanar un camino completamente escarpado y con una superficie que haga que tus manos sangren hasta no poder más. Tú sola haces tu camino, no lo olvides ;)
ResponderEliminarSaludos de una seguidora ;)
http://prohibidodejardesonreir.blogspot.com.es/
Annyele, invadiste mi estado de ánimo.
ResponderEliminarme he quedado anonadada con tu comentario,
simplemente, puedo decirte que las palabras callen
lo que el silencio habla...
muchas gracias! :D