Suena el despertador, las seis de la mañana, las cinco en Canarias, una vez más me había quedado dormida en la perfección de un mundo de ensueño.
Con los ojos cerrados, palpando a mi alrededor escogí la ropa seleccionada el día anterior, y rápidamente calcetines puestos, pantalones abrochados, y con la blusa holgada a medio colocar, me lavé los dientes, colonia puesta, y con el abrigo en la mano, cerré la puerta.
Un día más, como rutina diaria, atasco en la A-6, llegaba tarde, mi estado de ánimo era apagado, con un rostro soñoliento, apenas había conseguido dormirme cuando anoche, el insomnio llamó a la puerta.
Demasiado frío para dormir sola, me recordaba ese escalofrío que recorría mi cuerpo desde las piernas a los hombros, a su vez, mi mente no callaba, mil vueltas a la cama con la esperanza de que apareciese a mi lado.
Apenas era capaz de apreciar el precioso amanecer de aquel nuevo día incandescente. Llegaba a mi destino cuando se interpuso en mi camino una sombra que enterraba mi tristeza, ocultando mi rostro desvanecido, que poniéndome un espejo delante, me susurraba al oído: "¿Ves como eres perfecta?"
Porque siempre estará esa persona que te dé un motivo por el que levantarte en tu martes 13...
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