surcando en una taza de café

Me sumergía de la forma más dulce en aquel lugar cristalino,A medida que me hundía, me descomponía, me quedaba sin brazos, sin piernas. Pero aún así, faltaba una parte de mí. Llegaba al fondo, al final de un arrecife, yo llegaba, mientras, los peces desalojaban la zona. Era una locura, pensé.

Unos llegan, otros se van, pero se quedan, aquellos que te llevan a la orilla, y te hacen ver como revolotean las gaviotas. Las miras, y presientes, la libertad que ellas tienen cuando vuelan, cuando vuelan lejos, sin saber a dónde van. Sin embargo, hay quien te hace saborear el café a amargo, le echas azúcar, sacarina, es igual, no es suficiente. Se quedan anclados en el lugar más profundo, en el lugar perfecto para asestar una puñalada, en el corazón.